Foto: Paul Falardeau
Me llamo Esperança.
Me llamo Jenn.
Tenía 21 años y muchas ganas de literatura.
Tenía 22 años y había publicado mi primer libro.
Fui con unos amigos al bar Zanzíbar y me lo presentaron.
Me invitaron a un festival de literatura.
Era 25 años mayor que yo.
Era 20 años mayor que yo.
Hablamos de Balzac.
Me hizo una entrevista.
Me dijo que fuera un día a verlo a la editorial, a la hora de cerrar.
Me llamó por la mañana para ver dónde nos podríamos encontrar.
Eran las ocho de la tarde. Estábamos solos.
El festival era en las afueras de Madrid y no tenía mucho margen.
Me propuso comer algo mientras charlábamos.
Me propuso encontrarnos en el hall de mi hotel.
Y que me sentara en su regazo.
Y yo acepté.
No me gustó hacerlo, pero lo hice.
No me pareció que fuera ninguna invitación a nada más.
No estaba cómoda, pero me dejé tocar los pechos.
No estaba cómoda, pero las primeras preguntas fueron sobre libros.
Fuimos hasta un sofá y me dijo que estaba muy excitado.
Llevaba una grabadora, a pesar de mi inexperiencia, era una entrevista formal.
Me dijo que me desnudara.
Entonces apagó la grabadora.
No quería hacerlo.
No entendí por qué.
Y no lo hice.
Se me insinuó.
Me puse a llorar y le pedí perdón.
Me dijo que era muy guapa, y muy joven, y que si quería cenar con él.
Al llegar al piso de estudiantes me metí en la ducha, vestida.
Me negué. Le pregunté por qué había apagado la grabadora.
Si me hubiera desnudado me habría parecido que él me estaba mirando.
Cuando nos despedimos, me intentó besar.
Mucho rato.
Yo me aparté.
Hay suciedad que no se va con agua.
Subí a la habitación y me sentí estúpida.
Hasta hoy y las palabras.
La entrevista no se publicó nunca.
Pero él ahora ya está muerto.
Él aún está vivo.
"No-ficció" acull textos basats en fets reals.