Si se llevasen el miedo
y nos dejasen lo bailado
para enfrentar el presente.
Si se llegase entrenado
y con ánimo suficiente.
Y después de darlo todo
en justa correspondencia
todo estuviese pagado
y el carné de jubilado
abriese todas las puertas.
Quizá llegar a viejo
sería más llevadero,
más confortable,
más duradero.
Si el ayer no se olvidase tan aprisa,
si tuviesen más cuidado en donde pisan.
Si se viviese entre amigos
que al menos de vez en cuando
pasasen una pelota.
Si el cansancio y la derrota
no supiesen tan amargo.
Si fuesen poniendo luces
en el camino a medida
que el corazón se acobarda
y los ángeles de la guarda
diesen señales de vida.
Quizá llegar a viejo
sería más razonable,
más apacible,
más transitable.
¡Ay, si la veteranía fuese un grado!
Si no se llegase huérfano a ese trago.
Si tuviese más ventajas
y menos inconvenientes.
Si el alma se apasionase,
el cuerpo se alborotase,
y las piernas respondiesen.
Y del pedazo de cielo
que reservan para cuando
toca entregar el equipo,
repartiesen anticipos
a los más necesitados.
Quizá llegar a viejo
sería todo un progreso,
un buen remate,
un final con beso.
En lugar de arrinconarlos en la historia,
convertidos en fantasmas con memoria.
Si no estuviese tan oscuro
a la vuelta de la esquina.
O simplemente si todos
entendiésemos que todos
llevamos un viejo encima.
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