Fue en un pueblo con mar, una noche después de un concierto.
Tú reinabas detrás de la barra del único bar que vimos abierto.
Cántame una canción al oído y te pongo un cubata.
Con una condición: que me dejes abierto el balcón de tus ojos de gata.
Loco por conocer los secretos de tu dormitorio,
esa noche canté al piano del amanecer todo mi repertorio.
Los clientes del bar, uno a uno se fueron marchando.
Tú saliste a cerrar, yo me dije: "Cuidado, chaval, te estás enamorando".
Luego todo pasó. De repente, tu dedo en mi espalda
dibujó un corazón y mi mano le correspondió debajo de tu falda.
Caminito al hostal nos besamos en cada farola.
Era un pueblo con mar, yo quería dormir contigo y tú no querías dormir sola.
Y nos dieron las diez y las once,
las doce y la una y las dos y las tres
y desnudos al anochecer nos encontró la luna.
Nos dijimos adiós, ojalá que volvamos a vernos.
El verano acabó, el otoño duró lo que tarda en llegar el invierno.
Y, a tu pueblo, el azar otra vez el verano siguiente
me llevó y al final del concierto me puse a buscar tu cara entre la gente.
Y no hallé quien de ti me dijera ni media palabra,
parecía como si me quisiera gastar el destino una broma macabra.
No había nadie detrás de la barra del otro verano
y en lugar de tu bar me encontré una sucursal del Banco Hispano Americano.
Tu memoria vengué a pedradas contra los cristales.
"Sé que no lo soñé", protestaba mientras me esposaban los municipales.
En mi declaración alegué que llevaba tres copas
y empecé esta canción en el cuarto donde aquella vez te quitaba la ropa.
Y nos dieron las diez y las once,
las doce y la una y las dos y las tres
y desnudos al anochecer nos encontró la luna.
Y nos dieron las diez y las once,
las doce y la una y las dos y las tres
y desnudos al anochecer nos encontró la luna.
Data de publicació:
26
de maig
de
2017
Última modificació:
12
de setembre
de
2024